El final

Todo final es un comienzo y viceversa, ¿o no?

Así que acá estoy, poniendo con este post fin a tanto tiempo de disquisición "ay qué lindo hacer un blog, ay sobre qué, ay que no sé qué nombre ponerle, ay ay ay". Le pongo fin a mi no tener un blog. Le pongo fin a el vuestro no leerme en un blog. Le pongo fin a la ausencia de esta pared.

Y ahora, a pintarla.

fium!

PD: Esto fue algo que escribí en febrero, pensando en que iba a sacar mi blog e iba a poder postear la pavada que se me ocurriera. Ehp. Otro final para su espera.

"Hay lugares donde se puede sentir la lluvia que viene antes de encontrar una sola nube en el cielo. Sólo hay que estar atento, saber dónde mirar con cuidado y sobre todo, reconocer el aroma que anuncia la tormenta. En los subtes la gente puede presentir el clima. Perdido en el tedio de los viajes de ida y vuelta, el aire pegajoso y las lecciones y noticias entrecortadas de los televisores, podrías encontrar rastros de un inefable pronóstico del tiempo. Está en los ojos de la gente. En el que no levanta los ojos de su revista, temeroso de enfrentar la conciencia de que no está dejándole el asiento a un hombre mayor. En la señora que corre y empuja a la caza del asiento que acaba de quedar libre. En los ojos que siguen de cerca el cartel que adivina la próxima estación. El asunto es que llevamos años aprendiendo a ignorar. Preferimos esperar a subir las escaleras para descubrir lo que espera en la superficie. Sol, sombra, viento, agua. ¿Para qué querríamos conocer estas cosas por adelantado si de todas formas van a estar ahí? Es mejor perderse en el sueño de los túneles, aislarnos entre puertas y escaleras. Cuando llueve en Buenos Aires las calles se pintan coloniales. El microcentro se vacía, el cielo juega a la noche, los paraguas molestan bajo los balcones, y cada vez menos gente se anima a mirar la lluvia de frente. Otros se inundan, pero no los ojos, no la ropa, no la poesía empapada. Hay que saber dormir con cada gota de lluvia teniendo su momento epifánico de muerte baterista contra una chapa. Eso, y tirado junto a una gran ventana dispuesta a iluminar todas las paredes. Lo digo porque sé pocas cosas, pero esta es una que no quiero olvidar: no dejar pasar una sola lluvia. Mojarse siempre, una pestaña, un sombrero, un vidrio, un manubrio, los cordones, por lo menos la vista. Se acercan grandes tormentas. El cielo puede estar despejado. Pero si mirás con atención, si te animás a leer algo más que las publicidades en el subte, puede que lo notes. El año está empezando, y ya hubo suficientes vacaciones para el asfalto nuestro de cada día. "

Publicadas portinch a la/s 2:56 p.m.  

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