Inventando el idioma

Siempre me sorprendió esa cuestión de que uno llega a esta cosa de la vida sin idioma encima. De escuchar, de aprender, de ver, vamos tomando el (o los) que nos rodean como si fuese cosa nomás de vestir siempre las mismas medias hasta que se nos quedan pegadas y ya son como parte de las piernas.
Me pregunto cómo se sentiría ese momento en que manejábamos un vocabulario mínimo pero igual creíamos o intentábamos entender todo. ¿No hay un punto de esa evolución en que nos tirábamos un lance tras otro para ir dándole sentido a todo eso - tanto tanto - que todavía no nos habían enseñado?
Por ejemplo, "al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen". De chiquito siempre pensé que que ese fajar venía nomás de cagar a bifes, y que entonces por lo dura que era la vida del obeso en el colegio lo de "al ñudo" debía ser una forma de decir que era una fija. En definitiva, cuando sos de una manera ¡zas!, tu vida va a ser consecuencia lógica de eso, más allá de la justicia y el honor.
Muchos, muchos años después me enteré que "al ñudo" es simplemente "al pedo", y que todo el refrán este viene nomás porque al gordito por más fajas que le pongan gordito sigue siendo.

Cuando una palabra va transformando o agregándose un nuevo significado con el tiempo ¿no será que en la Real Academia Mundial de los Idiomas del Universo hay una habitación llena de niños dedicados a sugerir qué entienden por cada palabra que se les dice? Y si a alguien le gusta lo que se le ocurrió a uno de los chiquitos ("¡Los Pitufos son una masa!") ahí salen corriendo a ponerlo en práctica hasta que se esparce como reguero de pólvora.

¿Qué tendrán para decir mis primitos de un "reguero"?

Cuéntame, casual visitante, alguna confusión lingüística de tu niñez.


Publicadas portinch a la/s 10:29 a.m.  

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