El otro lado del ombligo

- Tocá, dale. Sentí como patea.
- Ahora no tengo ganas.
Para qué, se pregunta él, para qué, si ya vio las cuentas, las visitas al médico, los antojos, los mareos, vómitos, los regalos, las felicitaciones.
- Dale, tonto. Mirá que él se da cuenta de esas cosas.
- Él o ella.
Silencio.
- Las madres presentimos estas cosas.
- Los padres dudamos de sus presentimientos.
"Ahí estuvo bien" piensa la niña sin poder participar de la conversación. "Pero que no se le ocurra poner ahora la manito en la panza porque igual sabés la patada que le voy a meter. Le reviento todas las falanges".
La madre mira al padre con esa mirada que le ha surgido en estos últimos meses.
- Estás nervioso.
- ¿Nervioso de qué?
- De todo esto, amor. Mirá, dale, tocá la panza, que se está moviendo.
"Sí, me estoy preparando para darle con todo".
- Tengo otras cosas que hacer ahora.
- ¿Con las manos?
- Sí, claro. - empieza a rascarse la cabeza, la espalda, los brazos.
- Sos un salame. Vos te lo perdés.
- Otro día lo hago.
- Otro día va a ser distinto.
- Quizás sea mejor.
Otra vez la nueva mirada que se está poniendo de moda.
- ¿Tan importante es para vos que te toque la panza?
- Sí. Y para vos. Para nosotros. ¿Entendés?
- Ni ocho cuartos. No te vas a poner toda sentimental porque sentís golpecitos en la panza. Ni que fuera su primera palabra, sus primeros pasos...
- Que sea su primera patada, la décima, la nonagésima...
- ¿Eh? ¡Ni siquiera debés saber qué número es ese!
"Con una, una sola me alcanza, ni un hueso sano le dejo al tipo este".
- ¿Qué importa eso?
- No, claro, lo que importa es que te dé el gusto.
- Hacé lo que quieras.
- Bueno, vení, dame esa pancita.
- Ahora no, ya fue, no se mueve más.
"¿Qué? Pará, pará, mirá cómo me revuelvo, dejalo que venga, dejalo. Yo le doy pa'que tenga y reparta".
- Dale, tonta, vení.
Ella no hace caso pero tampoco se aleja mientras él avanza.
"Ah, ¿ahora querés? Minga te voy a dar el gusto".
- Tonta tu abuela. - dice mientras siente el frío de aquella mano que enseguida se vuelve cálida contra su piel.

- Mirá vos... en serio que se quedó quieto ahora.
- O quieta. - no puede evitar sonreír, al igual que él. De alguna forma siente también como si todo su interior sonriera en un movimiento imperceptible, profundo, único. Paz.

Publicadas portinch a la/s 1:10 p.m.  

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