¡Buli y Rexia deluxe!

Por entradas agotadas, las pusimos a descansar.

¡Un espectáculo para toda la familia! ¡Las chicas adelgazan contenidos y se vuelven dadaístas!

A: Ayer vimos una torta re linda con mi novio.
B: Mirá vos.
A: Ya la miré, sí. Y le pregunté "¿Qué pensás vos, esa torta engorda?"
B: ¿Y qué te respondió?
A: Que sólo si la comés primero. Je.
B: Fa, estuvo bien.
A: Y sí.

B: Che, qué linda musculosa.
A: ¿Te gusta? Me la compré ayer.
B: ¿Y eso "Save the whales" qué significa?
A: "Salvemos a las ballenas".
B: Uy, sí, tal cual. Pobres están re gordas.

A: Mirá qué raro el peinado de ese maniquí.
B: ¡Es cierto! ¡Mega ridículo!
A: Ah, no, me equivoqué. Es un escobillón.
B: Uy.

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Frases re locas para reflexionar

( y decirlas al pasar en una cena de amigos y convertirse en el centro de atención.

o al menos en el centro de mesa.

bueno, de última, en el centro a la olla.

si son amigos caníbales, claro).


1. La escuela deja secuelas.

2. Te convido mi vida.

3. Felicidad no tienes dueño.

4. Agua que no has de beber, deja de correrla.

5. Nadie se baña dos veces en el mismo río. Nadie sucio.

6. El que mucho abarca, calderón de la.

7. Viejos son los humanos. (Firma: Trapito)

8. Siempre hay un botón para un descosido. Y un ojal para el botón. Y un dedo que juega en el ojal. Y una mano que arranca el botón. Un hilo que lo cruza. Re quilombo. (Reflexión de sastre)

9. Los que se van y no vuelven, se van más lejos.

10. Si yo fuera vos, ahora sonreiría.

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Lo que viene es lo que fue

Lo bueno de la ignorancia es que de alguna manera uno tiene todo por delante. No, no eso de ignorance is bliss, bla bla bla, que sino sabés no te hacés mala sangre, ojos que no ven corazón que no siente y todo eso. Pero no me voy a meter en eso, es tema largo quizás para otro día.

A lo que me refiero, es algo que me ha pasado por ejemplo cuando conocí algún músico que me gustaba: zas, qué lindo, quiero más, y de repente me entero que es su quinto disco, entonces no queda más que salir a la caza de todo eso que desconocíamos durante tanto tiempo para llenarnos los oídos de placer. Bueno, en este caso en particular estoy pensando más que nada en el séptimo arte y la literatura. De a poquito estoy tratando de aprender un poquito más de estas dos cosas que tanto me interesan. Y entre las pelis hoy finalmente me di el gustazo de ver una que me recomendaron una y mil veces: Desayuno en Tiffany's. La verdad, un lujo, me emocioné como un dulce gil que soy, y la disfruté de pe a pa, pasando por pi, po y pu, ni más ni menos. O tal vez hasta un poquito más. Ya sé que no descubro nada nuevo con esto. No es un post revelador, ni recomendador, ni encomendador o encomiendado.
Yo les cuento nomás.

(me salió medio Cirilo Tamayo eso, me faltó poner nomás el "no.... yo decía" mientras dibujo una curva invisible sobre el piso con la punta de mi zapatilla y ya. mejor me voy, chau, gracias, vuelva pronto).

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Fragmento en un cuaderno

- ¿Qué tiene de malo el placer, Takver? ¿Por qué no lo quieres?
- No tiene nada de malo. Y en realidad lo quiero. Sólo que no lo necesito. Y si tomo lo que no necesito, nunca tendré lo que en realidad necesito.
- ¿Qué necesitas? Ella miró para abajo, al suelo, rascando con la uña la superficie de una roca. No dijo nada. Se inclinó hacia adelante para arrancar una ramita de zarzaluna, pero no la arrancó, se limitó a acariciarla, a palpar el tallo velludo y la hoja frágil. Shevek notó la tensión de los movimientos de ella, como si luchara tratando de contener o refrenar una tormenta de emociones, para poder hablar. Cuando habló, lo hizo en voz baja y un poco áspera.
- Necesito el vínculo. - dijo - El verdadero. Cuerpo y mente y todos los años de la vida. Nada más. Nada menos.

(De Los Desposeídos, escrito por Ursula K. Le Guin)

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El victimante

Sigo revisando cositas viejas, y encuentro algo que me divierte leer. Soy un aparato, eso lo sé, pero no sabía que lo era hace tanto. =)



El auto contra mi

De chico iba fabricando juegos por la calle. No pisar las líneas entre las baldosas, llevar una piedra pateándola a través de cuadras y cuadras, desafíos al cruzar a ver si alcanzaba la vereda antes de que aquel auto pasara una línea imaginaria que marcaba en mi cabeza, o lo que fuera que se me ocurriera en el momento. El simple acto de pasear se transformaba mágicamente en una travesía plena de obstáculos a atravesar y proezas que lograr. Cada paso encerraba la posibilidad de una hazaña, me permitía elevarme a la posición de héroe de la caminata ciudadana de cada día.
Lo curioso de estos juegos infantiles que llenaban mis paseos en aquellos tiempos era que de alguna forma siempre me las ingeniaba para perder. A último momento conseguía inventarme una excusa casual que me detuviera antes de superar la velocidad del auto a vencer, me las arreglaba para sembrar la duda sobre si algún paso no había tocado mínimamente (pero lo suficiente para sellar mi derrota) la línea entre las baldosas, o erraba el cálculo al patear la piedra o la chapita de gaseosa y terminaba tirándola hacia algún lugar desde donde se volvía irrecuperable. En el peor de los casos mi ingenio no tenía límites, y siempre quedaba la alternativa final de modificar las reglas de manera tal que solamente pudiera perder. Eran pruebas que yo podía ganar, que buscaba volver más y más difíciles para agregar más emoción pero a la vez me obligaba a mantenerlas dentro de lo alcanzable, para que luego no hubiera excusa en la derrota. Y sin embargo hacia ahí me dirigía una y otra vez, como un destino que me creía tan insalvable que acababa por hacerlo propio aún contra su voluntad e incluso la mía.

Hoy caminaba hacia la parada del colectivo y en un momento cruzando la calle veo que un auto se acercaba en la dirección que yo venía. De la nada surgió la vieja prueba: alcanzar la vereda antes que el vehículo aquel cruzara la línea imaginaria que yo marcaba de una vereda a la otra. Avanzaba con paso firme y estaba muy claro que llevaba una buena ventaja como para ganar sin demasiado esfuerzo. Ante esta certeza decidí aminorar la marcha.
Como era cómica y trágicamente de esperar, perdí. Y no porque no alcanzara antes la vereda.
No, no fue eso. Llegué un segundo antes que el auto pasara la marca señalada.
Lo que sucedió es que a último momento recordé la regla que había pasado por alto tan torpemente: para que se considere que había llegado a la vereda tenía que pisarla con el pie izquierdo. La mala suerte me empujó a la perdición, y a pesar de que quise rearmar mi andar a mitad de camino, sabía también que estaba prohibido frenar la caminata para cambiar el ritmo de mis pasos y llegar con el que me daría la victoria al instante.
Y así fue que mi primer paso en la vereda fue con el pie derecho nomás. El mínimo instante entre el primer paso y el siguiente le permitieron al coche vencerme.
Todavía hoy persiste la capacidad de idear reglas que me vuelvan inminente la derrota. Hay mucho de ingenio y rapidez en esto, una habilidad poco usual de la cual no sé del todo si sentirme su orgulloso dueño o su pobre y desgraciada víctima.


Publicadas portinch a la/s 1:26 a.m. 0 comentarios  

Si Chewbacca fuese Jedi...

Sería algo así. Bueno, búrlense de mi cara simiesca, pero yo veo el video del cual extraigo estas imágenes y siento que algo de mi infancia ha sido realizado.





(eso no siempre es para bien, je)


Publicadas portinch a la/s 10:38 p.m. 0 comentarios