Ese dichoso filtro (parte 1)

¿Qué es lo que mi cabeza construye para armar y desarmar memorias a su antojo? Hoy, caminando por la calle, de la nada, recordé a una maestra de la primaria. Julia era su nombre. La recuerdo como una maestra super buena, de esas que uno de chiquito va y le dice que es como una segunda madre.

Después enseguida me vino otro recuerdo no tan grato. Creo que fue en sexto grado, pero me cuesta estar seguro de eso. Los poquísimos recuerdos de la primaria los tengo acumulados como si esa época hubiese durado un par de meses y ya.

De repente, de la nada absoluta, la memoria del momento me viene con total claridad. Estábamos respondiendo un cuestionario sobre la fotosíntesis. Fui y le pregunté a la maestra de ciencias naturales acerca de una de las preguntas: la respiración en las plantas. "¿Entra oxígeno y sale CO2?", pregunto yo. "No, es al revés, sale Oxígeno y entra dióxido de carbono". Ah. Digo yo. O lo pienso nomás. Y voy y me siento.

Hay un momento de la pubertad en que el chico que no tiene carisma ni es canchero descubre que si hace chistes puede sentirse aceptado. Entonces en cada oportunidad que se le cruza escribe cuentos ridículos con compañeros como personajes para leer en voz alta y ser festejado por los demás.

A veces también se le ocurre bardear a los maestros.

Corregimos el trabajo en voz alta. Cuando llegamos a la pregunta de la respiración en las plantas, uno de mis compañeritos lee la respuesta correcta, es decir, que en las plantas como en los animales, respiración equivale a entrada de oxígeno y salida de dióxido de carbono. Me quejo en voz alta: pero señorita, fui a preguntarle al frente y me dijo lo contrario. "Me habré confundido", dice ella. Y yo digo en voz bien alta, todo fresco como una lechuga que viene de reposar bajo el aire acondicionado: "Qué burra, no sabe nada". Fue un éxito. Las carcajadas estallaron antes que la maestra pudiera entender - ¿o creer? del todo lo que había escuchado. "Blousson, póngase de pie. Y se queda así hasta el recreo que vamos a hablar usted y yo". Luego, voces respondiendo preguntas secamente. Eso lo percibía, pero a mis oídos sólo llegaba el silencio previo al timbre del recreo.

Pronto nos quedamos solos, ella y yo.

Se me acercó con gesto duro. Me preguntó por qué había dicho eso. Traté de justificarme, le dije que su error me había hecho equivocar. Entonces empezó a hablarme de cómo ella trabajaba duro. Que estudiaba mucho para terminar de recibirse. Mucho. Que podía tener un momento de distracción. Que eso no significaba que fuera una burra, porque se esforzaba tanto tanto, que eran muchas horas, que... después creo que siguió hablando, pero las lágrimas que le salieron de los ojos me impidieron escuchar el resto.

Fue el peor reto de mi vida.

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¿Recuerdan ustedes la primera vez que provocaron el llanto de alguien? Supongo que antes de esta historia lo habré hecho llorar a mi hermano con quien nos peleábamos como buenos hermanos que somos, pero esto era distinto. A ver si alguien suma una bonita anécdota.

Publicadas portinch a la/s 1:49 a.m.  

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