Síndrome de paranoia psiquiátrica

Escribía recientemente un mail de interesante comunicación epistolar y en eso se me apareció en el relato una anécdota de hace un par de años: Resulta que en una época de vacas flacas anímicas le contaba a una amiga como durante un viaje en colectivo había sonado no recuerdo qué tema en mi reproductor de mp3 (casi apostaría que era 'Los días por llegar' de Flopa-Manza-Minimal) y que en medio del bajón reinante se me abrigó el cuerpo todo como de una enorme felicidad de estar vivo.
"Uy, sos bipolar", sentenció o más bien diagnosticó mi amiga.

Pensaba entonces cómo es que con el tiempo la psiquiatría se nos ha metido hasta en la sopa y ahora tenemos etiquetas psiquiátricas para todas las emociones que nos vayamos cruzando al andar. Charlando luego con una amiga notábamos incluso la evolución de algunas de ellas. Como el cansancio por el trabajo se oficializó como stress, luego el agotamiento mental amenazaba con provocar un surmenage. La tristeza se hizo depresión, de cagón o histérico pasé a fóbico, de impaciente o calentón me convertí en un sujeto con baja tolerancia a la frustración, los niños en lugar de hinchapelotas empezaron a andar con el síndrome de déficit de atención y la hiperactividad a pleno.


Quizás en un futuro no muy lejano para declararnos a una chica le contemos que estamos con la ansiedad emotiva alzada, con un ataque de interés posesivo de tercer grado, un alto deseo de reafirmación del ego en su rol de conquista o hasta le podemos revelar un preocupante estado de pensamiento recursivo con fijación en la muchacha rayano en la obsesión; acompañado de un intenso y concretísimo empelotudecimiento.


Si a la chica le gustamos nos zampa un beso de esos atómicos - ¡el romance no ha muerto! - y si no corresponde nuestro sentir nos ofrecerá generosamente una pastillita que nos haga pasar pronto el trago ordenando semejantes desmanes psicológicos.




Me dormí, otro día sigo.

Publicadas portinch a la/s 11:53 p.m. 0 comentarios  

La nostalgia es extraña por definición

Unos diez años atrás tenía una amiga que me decía que no podía creer en el amor porque era algo que se acababa. Es decir, la gente se enamoraba, pero para su definición el amor era algo que si empezaba no podía terminarse, entonces, práctica frustrada mediante, no existía el amor. Obviamente hablo de charlas adolescentes cargadas de leves despechos y suaves desengaños. Claro, lo de leve y suave uno lo califica a la distancia, pero bien que en su momento la corta perspectiva anulaba todo alivio comparativo. Ejasí, uno quiere hacia adelante con lo que tiene en el momento y con eso se come y se sufre y punto, no hay "podría ser peor" que aligere el asunto.
En fin, más allá de esto, lo que recuerdo de aquel momento es que se me empezó a cruzar por la cabeza esto de pensar en qué es lo que pasa con los amores pasados. ¿Es que uno deja de querer y ya? ¿Se acomoda todo el cariño de antaño en un lugar nuevo sin el arrastre de la pasión y listo el pollo (pelada la gallina)?
En general, uno reconoce en mayor o menor medida algo de lo que se pierde y provoca el final de una relación. Casi que podría ponerle nombre, a la distancia. A veces uno empieza a conocer más, frente a lo que antes resultaba mayormente imaginación, y el entusiasmo decae. A veces, son hallazgos de choques, cruces, incompatibilidades. Simplemente - ja, claro, tan simple todo - las miserias de cada uno que en empiezan a desfilar y no resultan soportables en el mutuo acompañarse. Lo que sea que uno quiera inventar o entender de algo que ya no empuja y nos arrastra como antes.
Pero el tema es entonces, ¿y lo que permanece? ¿Lo que no dejó nunca de ser bueno?
Claro, uno tiene que elegir, somos unos combitos llenos de ingredientes sorprendentes y a veces desagradables. Algunos nos vemos demasiado bien en las fotos de las paredes comparado con el interior de la caja en que venimos, otros hacemos creer que somos 100% carne vacuna, o nos hacemos querer porque traemos tal juguetito de la nueva peli de las semillas transgénicas animadas pero tal vez la gracia del muñequito se agote pronto.
Supongo que lo que hacemos es rescatarnos momentos. Todos, al relacionarnos. Y algunos tenemos más arena en el reloj para compartirnos.
Después se trata como toda elección, propia o ajena, de asumir lo que significa en realidad: tomar y abandonar al mismo tiempo. Lo que pasa es que a veces lo que tomamos es una hoja en blanco, una posibilidad llena de incertidumbre; una elección del deseo por sobre eso otro que hay que soltar a la fuerza, eso presente palpable, que recorremos y reconocemos. Y abandonar en realidad tampoco es eso, sino cambiar de lugar.
Claro, debe ser algo así. Pasa que no somos muebles estables, y lo que hasta ayer tuvimos tan bien guardado en un cajón mañana llueve por un rincón y se nos empapa y nos salta en la cara. Todo lo que guardamos, lo que se nos fue acomodando - y a veces lleva tanto tiempo, así como a veces pareciera que se guarda solo -, también se nos puede desacomodar de a ratos. Se nos puede asomar, se nos pasea por delante, nos cachetea los párpados, nos llama la atención un rato y remueve todo.
Y está bien, ¿no? Digo. Que haya temblores. Que hayamos sembrado profundo en el pasado, y que esas raíces nos acompañen y cada tanto se retuerzan algo y nos recuerden, y que en el removernos nos hagan recordarlas; que ya son parte de nosotros.

Después estará lo otro, que la memoria puede ser tramposa, claro; pero al mismo tiempo no creo que sea mucho más engañosa que nuestra más sincera mirada del porvenir.

Así que nada. Eso. No hay gran resumen ni hallazgo ni nada, pero uno cada tanto se tienta con eso de las fotos viejas y se carga, me vine a escribir y eso acabo de hacer. La sensación era como del ropero entreabierto durante la noche. Podés quedarte acostado con la incomodidad encima, o juntar algo tal vez más parecido a la resignación que al coraje para levantarse, abrir la puerta, confirmar que no hay nada raro, cerrarla bien y volver a la cama.

Que el movimiento de hoy, el que viene, el que tememos y el que ansiamos, es fruto del mismo camino tan lleno de raíces ajenas que nos hemos apropiado.


(pero andá a dormir, chabón)
(editado un poco después, que me dan unas ganas bárbaras de sacar ese último párrafo pero bueno ya está, qué tanto che)

Publicadas portinch a la/s 12:10 a.m. 0 comentarios