Carta abierta

Te fuiste, porque a veces resulta así. Yo no sé si hay mucha más explicación.
Es importante que tengas en cuenta ciertas cuestiones que no sólo aseguran que efectivamente dejes de estar de dónde te fuiste, sino que además aumentan tus posibilidades de paz y bienestar durante el viaje.
Por ejemplo: los aviones. No importa cuánta física, cuántas cuentas y medidas y pruebas haya de por medio entre la idea de volar y el aparato ese enorme con alas al que te vas a subir, nunca voy a quedar del todo convencido de que eso es seguro. Ante la duda inevitable entonces – que sino la tuvieras, debieras empezar a considerarla antes que ella te encuentre a vos de improviso - , una gran cuota de confianza va a ser de gran ayuda. Pónganle nafta, motores, talentosos pilotos, y todo tipo de mecanismos de control, pero no me vengan a decir que la energía positiva no va a sumar mucho para sostener el avión en el aire.
Por otro lado, menos pragmático tal vez, pero no por eso menos real: los que te pensamos y evocamos ahora de forma transoceánica. Nosotros te seguimos. Como sombras escondidas. Como luces por delante, por detrás. Como marcas en los pies, manchas en la ropa, huellas en el fondo de la valija.
Nunca dejaste de construir. Todos estos años, cruzando siglos, retos, azotando triunfos y alentando derrotas. Si estás ahora pisando ese espacio que estás pisando, es porque avanzaste, porque buscaste, porque hubo movimiento de ojos abiertos, de pupilas curiosas. A veces equivocarse es la única forma de andar, y confundirse la única salida para no conformarse y ceder a la inercia. La claridad es de a ratos, como cualquier momento, como cualquier sensación. Lo esencial es que seas vos la que va.
Y sobre el estar, el devenir y la mar en coche, poco que agregar. Tu sombra te acompaña, igual que todos nosotros, ladrillos y piezas diversas de tu existencia, a veces ventanas de tus ojos, a veces puerta de tus manos. En definitiva, sos una multitud presente, una agitación a la que atender y dar salida para que no te estanques en los puentes sin mareas ni las orillas quemadas.
Quizás valga la pena recordar el primer consejo del avión.
No importa cuánta aritmética precisa tengas a mano, vos confiá. Con tu íntima certeza, con la que podemos prestarte todos a los que siempre nos visita una sonrisa al extrañarte. Vos poné fuerza en la confianza, que debe ser importante para sostener tu propio vuelo.

Publicadas portinch a la/s 3:07 p.m.  

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