orillas.

de chico, no tanto pero sí bastante, me paraba en el muelle de miramar y en medio del frío me quedaba mirando hacia el horizonte. siempre me encantó, más allá de los faroles sucios que apenas iluminaban el lugar, cómo a lo lejos el cielo y el mar llegaba un punto en que se confundían, se hacían uno. como si todo hacia adelante fuera oscuridad, y punto. u oscuridad, y el infinito ahí seguido. da igual. como si cielo y mar fueran una enorme pregunta. la primera; la última.

curiosamente, de día la historia era otra. mirando el mar desde una escollera cualquiera, echado sintiendo las olas alrededor, la sensación era la opuesta: pensaba que el mar tiene todas las respuestas. ahí escondidas, guardadas entre espuma, sal, arena, y barcos también. ahí nomás, como amagando a contarlo todo.

pero el mar tiene eso (¡además de que sí, siempre sigue!), que me tiro de cabeza, me empapo, lo recorro, le espero las olas, lo buceo, pero siempre está un poco más allá y nunca lo alcanzo del todo.





Publicadas portinch a la/s 11:33 p.m.  

1 comentarios:

Anónimo dijo... 10:41 a.m.  

Aguante Miramar!

Lex.

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