Un final cualquiera

El plano final de la película es de ella, esperando en vano a Julio en una estación de tren. El último tren está viniendo, y ella aguarda.
La locomotora frena en la estación. Los vagones están casi en su totalidad vacíos.
Ella mira a un lado. El andén está desierto. Al otro lado, lo mismo.
Cierra los ojos unos segundos, y repite el movimiento hacia a ambos lados, como si el instante de ojos cerrados hubiera provocado un cambio alrededor.
Pero se levanta. No se sienta a esperar que alguien venga a llevarle los bolsos para emprender el viaje. De hecho... ni siquiera tiene bolsos.
Se pone de pie y avanza hasta las puertas del vagón.
Sube sin volver a revisar el andén, lenta pero decidida.
Alguien chista con fuerza a lo lejos.
Se detiene y mira desde la puerta.
Un completo extraño hace señas al guarda que le hace un gesto con la mano para que se apure. El hombre se mete en el primer vagón, en la otra punta del tren.
El tren arranca.
Detrás, la estación queda en silencio un momento.
Luego suena una explosión. El hongo nuclear toma forma rápidamente.

Dicen que desde la luna se lo puede ver.

Publicadas portinch a la/s 5:36 p.m.  

1 comentarios:

Julián Sick dijo... 5:53 p.m.  

El manejo sórdido y peculiar del infatigable ramo de cataclismos básicos como artefactos humanos en pro de la masacre, nos han venido y qué rico que es el yogur pero ese sin fruta, yo hablo del tipo integral, algo de verdad y el tren, pareciera que el tren arranca. Lo que de verdad arranca es el silencio del alma. (guau!)

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