Obviedades

Te enredaste entre las siluetas vencidas.
Delicadamente rozaste un alarido en tu garganta, pero el aire que debía remar el sonido llego tarde a la cita. Tarde y cansado.
Tu única ventana entonces fue el silencio con guantes de suspiro ahogado.
Te preguntaste por tus fuerzas, y en medio del primer rastro la debilidad te clavó a tiempo una desesperanza imbatible. Un pacto de quietud, mientras tus rodillas se resistían temblando gélidos inviernos, abrazos ausentes, soñando un salto.
Se volvió inevitable el próximo derrame.
Mientras tu mejilla apenas coloreada aprende a gritar: ya basta de andar derrochando heridas.


Minino

Tu sombra ya abandonó la partida. No hay forma de domarte ni seguirte.
Apenas descubrirte de tanto en tanto, sobre un piano, tras la ventana, desafiando caídas, cazando sombras, sosteniendo el tiempo inmóvil entre tus pupilas, midiendo el zarpazo que lo rasgue todo.
En tu salto, en tu mirada, en el cálculo preciso que aterriza tu esplendor sobre la tierra, que redefine verbos de andar, de moverse, de reinar.
No son sólo estas paredes, o mi descanso, mi adoración.
Es todo el mundo, y cuánto desees.
Todo lo que existe te pertenece.

Publicadas portinch a la/s 8:17 p.m. 2 comentarios