Uno de zombies...

Esperó a que todos los muertos hubieran abandonado la casa para entrar.

Buscó en vano algo que comer y frustrado y tan cansado como hambriento, decidió acostarse a dormir.

Durante la noche soñó su propio final, calmo y previsible, entre las sábanas violetas de una vieja cama de hierro.

Por la mañana salió a conseguir agua para beber del pozo junto a la casa.

Luego se sentó a un costado de la entrada y pasó las horas contemplando el camino por el cual transitaba cada tanto algún muerto sin rumbo.

La ansiedad había nublado el hambre, y le sorprendió el atardecer sin haberse procurado alimento.

Cuando finalmente decidió levantarse a buscar comida, la mujer se apareció frente a él, contemplándolo.

Antes de que él le preguntara algo le pidió entrar.

Entre lágrimas él no pudo encontrar ni el aire ni las palabras para responderle, así que sólo atinó a hacerse a un lado.

Ella pasó y sin preámbulos puso su bolso sobre la mesa, anunciando que tenía un regalo para darle.

Con una sonrisa en su rostro, la primera que él veía en todo un año, la mujer sacó de su bolso y le entregó un juego de limpias y suaves sábanas violetas.



Publicadas portinch a la/s 10:42 a.m.  

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