Desentraño.

(tomá, otro borrador así a la marchanta y que lo tiró de las patas)

A veces como llenos de climas ajenos, con este acercarnos, espiarnos bajo las suturas a medio descoser, relojeando hilos y agujas que ni pinchan ni cortan pero tal vez agujerean una puerta entera como para asomar la inconsciencia toda. Y entonces están mis manos ahí al frente pero por momentos como si tocarte fuera faltarme tus cuerdas, como si se escondieran los acordes o yo me hiciera sordo de tu acompañamiento, el desfile de tu piel bajo las yemas, la quietud de tu espalda y la música toda de ese instante en el que se revela tu plan de permanecer al menos un segundo más.
Porque se suceden los espacios de estar, la continuidad de insignificancias que va dando forma a un detalle ínfimo y notorio, una pregunta volátil o una claridad tenue de fósforo. Diminuta llama que sostenemos entre los dedos, tu pulgar contra mi índice, tu párpado contra mi boca, hasta quemarnos uñas y carne y atención pupilas por si algo más se enciende en el estar; algo que nos ilumine los dados de otro después posible.
Pero ignoro tanto y más de la cuenta, de lo incontable y lo supuesto también, destrabándome silencios entre mirarte y andar hasta tus hombros, desenredando las palabras torpes que me desnucan los dos pasos a tu otra boca; esa que sonríe bajo la mesa y suspira un derrumbe o dos sin dejar rastros.

De todas formas; o no de todas, pero de algunas sí, varias y extrañas, sorprendentes incluso, como deletreándonos señas en idiomas extraños y soplándonos despistes y despuentes, nos encontramos. Y en el encuentro hay penumbras y hay hallazgo, hay roces y tropiezos, al frente y a contrapierna; pero sobre todo hay dos que somos ahí presentes, a distancia imprecisa, curiosa y móvil, dos que se observan y se ciegan también de a ratos pero se quedan otro tanto a ver qué más hay luego.

Que a tientas, sin mapa y hasta sin pupilas, también se hacen caminos.

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Dos pensamientos dos

1.

Hacer trámites burocráticos es lo más parecido a la penitencia de la niñez. Uno crece y ya no tiene quien lo rete, pero tiene que renovar documentos, hacer cambios de domicilios, transferencias de cosas, y todo eso.
Igual, hoy comentábamos con mi padre al compartir un tramiterío de esos afortunados sin sobresaltos devastadores - los sobresaltos siempre son devastadores en estas cosas, lo máximo que puede haber de gratificante es que a uno le digan "no la fotocopia del DNI no hace falta, guardátela", pero nunca un "no te preocupes esto te lo damos ahora mismo, no tenés que volver en una semana"; o "el arancel es de 10 centavos, guardá ese billete" o acaso "Esa cola es opcional eh, si querés decime tu nombre que yo te lleno todos los formularios y si me das tu número de teléfono le digo a mi hermana de 21 añitos que te invite a tomar un helado que ella recién llega del interior, es alta flaca pelirroja de pelo cortito y anda un poquito ninfómana pero con ganas de armar una pareja estable" -; en fin, lo que decía, comentábamos que la sensación en estas situaciones es muy parecida a la de los exámenes en época de estudios.
Uno llega con ciertos datos y papeles a mano, porque uno sabía más o menos de qué se trataba el desafío, pero siempre puede haber algo nuevo que nos descoloca, o algo que olvidamos. Entonces te van exigiendo de acá, de allá, uno saca papeles, firma, completa datos, todo parece estar en orden pero no te confiás porque el cachetazo puede llegar en cualquier momento, uy hacía falta una constancia de CUIL bueno pero acá abajo en el locutorio la puedo conseguir que es un poco como machetearse y entonces llega el momento en que entregás todo y van los sellitos y te dicen bueno ya está gracias y uno empieza a respirar profundo, y te vas del lugar con una música gloriosa de éxito a lo John Williams, sabiendo que quizás algo pueda fallar en lo que queda de trámite que nos excede, pero que por lo menos ya cumplimos con lo que podíamos.



2.

Iba a mi clase de guitarra con mi instrumento - la guitarra, o sea - colgando a mis espaldas. A mi me da un poco de vergüenza porque voy por ahí y a los ojos de un extraño debe parecer "uh este flaco es músico, mirá vos", y yo en realidad no paso de un par de acordes y arpegios simples. Y es ridículo que me dé vergüenza, pero yo soy así, vergonzoso y ridículo en cantidades inconmensungurables.
(la palabra inconmensurables siempre me llena de ganas de deformarla y estirarla justo después del "mensun")
Entonces se me ocurrió - mi ingenio también es desproporcionado, ojito al mojito - que deberían hacer unas correas para llevar la guitarra de distintos colores que funcionen como los cinturones de karate.

Así yo podría ir con mi estuche de guitarra con la correa blanca con una o dos linitas amarillas y listo, así puedo perseguirme idiotamente con alguna otra excusa.


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Inflación

Siempre pensé que mi primer recuerdo de la inflación estaba pegado al barco pirata de los Playmobil.
Creo que la historia es algo así: para un cumpleaños muy de chico recibí una caja con playmobils de no sé quién. A partir de ahí, se convirtió en el regalo obvio y no por eso menos celebradísimo de cada aniversario de vida. Así llegaba incluso a llenar cajas de televisores con los playmobil que iba acumulando. Grúas, autitos, lanchas, casa del sheriff, naves espaciales, de todo.
En un momento se me cruzó que quería el barco pirata. Empecé a ahorrar de lo que me daban para cosas del colegio, comida, pavadas semejantes infantiles, y fui juntando lentamente la plata para hacerme por mi propia cuenta con semejante adquisición. Muchos, muchos meses tuvieron que pasar para que alcanzara a juntar la plata (era de las cosas más caras, supongo que todavía lo debe ser). Y cuando fui a la juguetería, una que quedaba al lado de la clínica del Sol ahí en Coronel Díaz, resulta que el barco había aumentado notablemente.
A partir de ahí fue una carrera armamentista tremenda, el precio que subía, yo que juntaba moneditas para alcanzarle el tranco. Cuando finalmente una vez tuve la plata para hacerlo, me dio cosa. Fue la primera muestra que recuerdo de lo rata que puedo ser en ciertas cosas con la guita.

Pero todo esto para la siguiente tontería: hace poco se me ocurrió otro aprendizaje inflacionario en mi niñez: ¡EL BARQUILLERO DE MIRAMAR!



Claro que sí. Era asombro y desilusión repetida la de ver cómo año tras año se iban reduciendo las cifras de la ruleta de los barquillos, hasta lo último que recuerdo donde ya era como un premio máximo un mísero 4 y todo se barajaba mayormente entre 2 y 3. ¿Qué razonamiento infantil (bueno, másomenos como ahora tal vez pero con un poco menos de vocabulario) explicaría en aquel entonces el misterio del premio decreciente? ¿La avaricia del señor señor vendedor? ¿Los barquillos en peligro de extinción? La cosa es que sí recuerdo la consciencia clara de que barquilleros eran los de antes, más copados y emocionantes.

En fin, como tanto textito tanto textito ya me imagino que le estaba haciendo mal a la buena de Liza y sus calores, me puse las pilas maaaal y les compartí esta prescindible página de mi pensamiento.

Y de yapa, una foto de más barquillos:









prrrrrrr TS.

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Revelador

(grito escuchado por ahí)


"¡Yo tengo plata porque no garcho nunca, nada más!"


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8 de noviembre

Una fecha que hay que empezar a agendar. Nació Matilda Britos Heyne, la primera hija de mi amigo Nicolás.

Acá en el blog tenía un borrador de una entrada que al final nunca completé, que en realidad era una idea después de haber ido una mañana al entierro de la madre de una amiga. Lo único que había escrito era "la presencia de un bebé en un entierro le suma algo importante al momento.
como si cada tanto todos buscáramos ese otro recordatorio en esa pequeña figura".

Se me llena la cabeza con imágenes de lo que se viene. Me da cierta cosa rabiosa pensar que muchas de esas imágenes no las voy a ver (mi amigo está viviendo en Alemania), pero ni se compara con la euforia de saber que todo eso de hacer una vida ya está pasando, ya está ahí a la vista de él, de la madre, de los afortunados que puedan pasearse por Leipzig.

Todo el día viene hoy como flotando, ocho de noviembre. Como si el despertador te sacara de la cama diciéndote que lo más importante está allá lejos, y está bien y saludable, y que lo que te cruces en estas horas es puro accidente de estar.

Todo medio boludo, no es que tenga muy buenas palabras para festejar esto, pero es que quiero decirlo en todas partes, contarlo en todas las conversaciones.

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Rebote

(te leo y me saltan las letras, como un contrapunto mentiroso, de puro ombligo)



El descaro de tus líneas
Vino a inundarme
Manos y anhelos

La niña que clava sus uñas
En el centro mismo
De lo imposible
Hasta sangrarle un descuido

Que dure tal vez, lo que estas nubes

Ya no soy el que espera
Ahora soy menos,
El grano de arena que cruza el vidrio
y escapa al reloj

Bajo esta nueva lluvia,
soy la sombra
del que más lento camina


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entonces

ahora destronarte, ocaso
como desenredando dedos
olfateando antojos,
desinvitarte del paisaje
del balcón sostenido
y tus pupilas sol

repartirte, abrazo
codeando relojes
con juego de muñeca
dislocando cadenas
hasta desatar los hombros

despeinarte, espera
rasguñar los ojos
con estos dedos secos
de tu adiós de barro

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algo

(ahora es borrador online)

el cielo viste noche y el aire confirma la tormenta por parir.

confundiendo los tiempos y enredando los espacios, el espejo de mi que es más lupa que reflejo, se asoma y se cree el hallazgo: la mano tuya que acaricia la sombra de mi eco más reciente.
abrir los ojos martilla los pies con clavos de imágenes, y apenas alcanzo a hacer equilibrio hasta hundirme en esta certeza movediza.
no hay dedos ahí atrás.
si algo llegó a rasguñarme fue la ingenuidad descolgada, incapaz de ser llamada al orden; como una memoria limada hasta el filo por el tiempo.
tus ojos ya no recorren estas líneas, y la única visita recurrente es esta luna que hoy se cubre de nubes y se toma unas envidiables vacaciones de mi.




Publicadas portinch a la/s 11:25 p.m. 0 comentarios  

Infinita

(borrador por ahí)

Giraba sin centro y estiraba esos bordes de sí misma, como delimitando voces. Luego cantó un espanto o dos, entre risas y vestidos. Quería darlo todo, quería recibir lo que hubiera; de querer se trataba su andar, de reclamar hasta la necesidad ajena, el permiso al capricho que desoye los permisos.

Luego dijo que bailaba, creyéndoselo a través del cuello, repitiéndolo con la risa que empezó a inundarlo todo, premonición de la tragedia solitaria que acechaba, que asediaba todo rastro de terminar la noche eso jamás.

Por último decidió que no hubiera final, que todo cuanto hiciera fuera lo primero. Que incluso su despedida, la desaparición en un flashazo de su cuerpo todo no fuera sino el inicio de su próximo regreso.

Publicadas portinch a la/s 2:58 p.m. 0 comentarios  

Como arena

(cosas viejas en .txt perdidos en carpetas por ahí)

ella cavaba en la arena con sus manos.
no lo sintió llegar, pero vio su sombra sobre el pozo que construía.
- ahí está el mar. - señalando hacia las olas.
el niño hace silencio, tanto le gustó como sonaba la voz de la niña con el ruido de mar de fondo, como un sonido nube dibujando formas en la sinfonía cielo. ella saca un nuevo manojo de arena y observa agua en el fondo de su pozo.
- ¡tengo mi mar en miniatura!
el agua enseguida se filtra y desaparece.
- tarde, ya se secó.
él se agacha para asomarse al pozo, ella lo mira por primera vez. en la orilla la espuma también desaparece. y las olas. hasta las mareas. como un infinito truco de magia.
el niño toma un puñado de arena y ve cómo se le va entre los dedos.
ella no llega a verlo, porque él no se dio cuenta y su cara no se dio por enterada aún, pero el niño sonríe profundo.
- hay que mojarla. la arena húmeda se queda. - dice la niña mientras gira hacia el mar.
el niño todavía no sabe del amor. conoce los caprichos, los deseos, las ansias, los golpes y el dolor, el llanto, las lecciones que se aprenden, las que no - ni ahora ni nunca -, sabe hasta mimar, mentir, extrañar, sorprenderse y en este mismo momento está descubriendo la fascinación del mar. no sabe todavía que todo eso junto hace al amor.
- seamos amigos. - dice él dirigiéndose a ella, o al mar, a una gaviota que vuela detenida en la pausa que le pide el viento, a todo ese instante.

ella toma su mano. p
ero no se tocan. lo hace con un suspiro que nadie nota. un suspiro que se confunde enseguida con la respiración del mar, que flota hacia los pequeños dedos del niño y los sopla suavemente.
si supieran, se amarían tan eternos como el paisaje que contemplan.
él camina hasta la orilla, y como si quisiera gritar algo se convierte en ola y desaparece.
ella contempla el mar hasta guardar la última gota en sus pupilas. luego se transforma en arena, y se acuesta a descansar.

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Brevísimos y sin corregir

trago

No necesitás, no arranques esa rama, no subas a ese árbol, no sueñes la respuesta; todo lo que hay cabe en esta copa, todo lo que queda va a tocar tus labios, va a jugar en tu lengua, va a probar tu saliva, y va a perderse en tu cuerpo, como el olvido más pequeño entre tus cejas.


escape

buscando bajo la cama, en el ropero; la niña saltaba de silla en silla; sobre la lámpara, en el último cajón, dentro del saco, en la cerradura del baño, en la caja de música sobre la mesa de luz; hasta que entiende, que esto es la soledad, que se han ido las voces, que todo el mundo se ha escapado.

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Las verdaderas aventuras de Tinch - Chiste cantado

Llega mi turno en la mesa donde voy a votar. Entrego mi D.N.I.

"Blousson", lee el presidente de mesa. Otro me encuentra en los listados.

- Blusón, 127 - les sopla a todos.
- ¿Blusón? - pregunta el primero.
- Así se pronuncia - dice el responsable del hallazgo nominal.
- Así es. - Confirmo yo con verborragia moderada.

Al presidente se le iluminan los ojos antes de mirarme y preguntar:
- ¿De verano o de invierno?
Luego creo que se sonríe. O algo raro le pasa en la boca. En serio parece maravillado con su ocurrencia.
- Eh... - dudo. No puedo reírme ni aunque le ponga mucha voluntad, y el tipo en serio está esperando que le responda o le festeje o algo. Claro, es que nunca me había pasado en la vida, eh. Nadie jamás había sido tan tan ingenioso. Blusón, Blusa, Blousson, Bolsón, Blue song, etcétera. ¿De verano o de invierno?
- Ambos. - respondo finalmente y juro que hago fuerza para estirar los labios hacia un lado, buscando una sonrisa cómplice.
El presidente baja la vista, serio. Un fiscal de mesa a su lado marca mi nombre en la lista y le dice con tono condescendiente:
- Y bueno, no están preparados para un chiste.


________

Premonición del futuro. La venganza del votante sin humor

Domingo próximo.
Llego al lugar. "Blusón", le digo. Le tiro el número de orden en el listado, para ahorrarles la búsqueda. (No tiene nada que ver, pero debe ser buena onda hacerlo).

- ¿Blusón? - me va a decir. No se puede acordar de mi cara. Y es tan brillante que el chiste se le tiene que ocurrir de nuevo. - ¿De verano o de invierno?

-De invierno, claro, sino me cago de calor. En verano mi apellido es Remerita.

Van a ser las elecciones más graciosas de toda su vida.

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Clavos


Salimos de la ferretería y él llevaba el paquete en la mano. Yo no entendía nada, porque no podía, era chico, y por que no quiero haberlo entendido entonces. Si empiezo a verlo como algo claro, empezaría a darme pánico el ahora, perder esta sana confusión, la sensación de estar perdido, ajeno, que me mantiene al margen de los genes. Quizás porque si acepto que preveía la tragedia sentiría que le abrí las puertas.

Mi viejo me tomó de la mano para cruzar la avenida grande. Siempre lo hacía. Estaba entusiasmado, caminaba apurado y yo tenía que apurar las piernas para seguirle el paso.


Finalmente le pregunté para qué era, y él me miró con lástima, o no, quizás con asco, una lástima asquerosa, decepción insoportable que quizás le partía al medio su última esperanza, la expectativa inútil y tan pero tan mentirosa que lo había mantenido en pie hasta la casa. “Sólo dos tipos de persona compran un martillo como éste, vos sabrás entender”, me dijo como si yo tuviera su edad, más bien como si él tuviera once años y estuviera sobrándome, pero desde mi misma estatura, no desde arriba. Porque sobrar al que está abajo lo hace cualquier gil, pero pisotear al de al lado, eso no es cosa de cualquier hijo de puta. “Sólo dos tipos de persona, ¿sí? Y yo no soy carpintero, eso lo sabés muy bien”. Yo lo sabía, pero igual no me puse a llorar, aguanté todas las lágrimas porque se me chorreaban los gritos y tenía los dedos como humedecidos pero sólo de transpiración. Eran nervios porque ahí sí que entendí – ya podía hacerlo, porque se trataba sólo de asumir lo inevitable, algo que ya había tomado forma. La culpa era ajena, y a mi me tocaba el dolor que era la parte fácil del asunto. Entendí entonces, sí, pero los ojos los guardé bien secos; secos, que casi ni parpadeé en lo que quedó hasta que papá empezó a dar golpes con su nuevo juguete, como abriéndose el paso a través de la pared que él mismo se había construido encima, y a martillazo limpio se hizo esta noche que no la amanecemos más ni con diez soles; pero quizás con una vela, como un apagón, que involucione todo, para siempre, y volver atrás y olvidarnos del resto, sólo buscar la luz, la última, la que era primero, esa que quizás con una vela, tal vez sólo con esa llama alcanza y a otra cosa.




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Firma


1. “No firmes mi cuerpo”, pedía su primera caricia antes de echar abajo las ventanas, manoteando primero la cortina para cubrirse entera la desnudez del ánimo. Me até las manos con las pestañas, tratando de mantener los ojos cerrados, de evitar el paisaje de sus filosas caderas amenazando la guillotina de sus piernas. Hay voces que nos aclaman desde la piel. Yo en cambio apenas suelto los labios para un beso que es el grito más callado y menos solemne, un diminuto festejo de inconsciencia. Elástico, de todas formas imponente.

2. Abrimos un silencio de espejo, confusión, encuentro y sorpresa; ahí quiero verme y verte, asombrarnos. No te busco los ojos, es el resto que despierta y duerme el ruido. Acunemos tanta palabra y juntemos las manos para mecer esta noche y que el sol se guarde su repertorio de bocinas y reflejos. El momento se secuestra solo, nos atrapa, lo robamos; una insignificancia del después como la puerta más sincera, esa fluidez de despedida y sin luego, el tal vez, la nada, que juega malabares de lo próximo que no asoma ni un segundo su nariz o se la partimos al medio de una patada. Al medio, y en diez partes desiguales.

3. Dale otra vuelta de cuerda; el reloj está cansado de frenarse y las agujas ya no cantan ni la diferencia entre el día y la noche. Dale cuerda nomás, que se le ajuste el cuello, apretásela, que se ahorque esta conciencia atorada de semáforo y huida. Como si la voz resolviera algo que el silencio no supiera desvanecer. Para diferencia está el momento, la construcción entera de un deseo y el derrumbe de otro, y otro, y otra venida más de tu cuerpo, como si siempre, como si hasta entonces nunca antes, como si debiera ser ayer y mañana, pero es hoy, y nada más que hoy, y ese nunca prometido es un siempre encantador.

4. Tatuados, entre sombras, como echándole polvos al tiempo que nos espía apurado. Había un acorde simple, y más cuerdas entonces (se aprietan solas, tiemblan, eso no es música pero resuena) pero se acaba pronto, que quede todo libre, de nosotros, que ya fuimos tanto rato y al final no hay más final que la espera, la despedida, el regreso y la partida; recién llegamos, hola, te recuerdo, en fragmentos, no sos diferente a lo que esperaba. Para diferencia otro momento, que no es este. Gira un poco más (pero no hay música, sólo suenan los pasos, sus pasos, van y vienen, va y viene, pasos en el lugar pero van y después vienen, me alcanzan, me abrazan, te lo juraría pero ya no me quedan labios, me abrazaba con los pasos, no con los pies, sino con el andar, y venía, y también se iba).

5. “No firmo nada”, le dice un guiño que ella no ve porque está de espaldas, a mis espaldas, y yo estoy de frente a la calle que tampoco piensa en compromisos, sólo en viaje. Ni siquiera miro la hoja, que no está en blanco, manchones y garabatos de cuatro manos que parecían ejércitos de dedos pacificando el espacio entre los cuerpos, salpicando colores. Yo no elijo el recuerdo, es la memoria que nos elige, nos roba el después y nos franquea el olvido cálido y confortable.

6. Qué dulce tinta entonces, la de tus ojos tan ajenos, la que llorarían tus rodillas si tuvieran ojos, la que desteñimos. La que luego, cuando dormís, me mira hasta quedarse ciega y ser bebida.



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Las verdaderas aventuras de tinch 3 - Sabiduría

Conversación telefónica.

NN: ¿Dónde estás?
Tinch: En el trabajo.
N: ¿Trabajando mucho?
T: Fuf (resoplido)
N: Ah, qué bueno.
T: Fuf (resoplido)
N: Claro, porque trabajás de algo que te gusta...
T: Fuf (resoplido)
N: Estás muy soplador.
T: Porque a veces no alcanzan las palabras. Como el viento, que nos cuenta sus verdades con soplidos.
N: Qué boludo.

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El gran imperio

http://www.lanacion.com.ar/879932

No hay mucho para opinar, es tan ridículo que se vuelve terrorífico.


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Tres décadas - ¡El tri-decadente!

Mirá, podés venir a mi fiestita de cumpleaños y regalarme algo como:

1. Un DVD virgen (no hace falta cajita).
2. Un CD virgen (con cajita, mucho mejor).
3. Unos guantes de arquero. Que sean truchos, mejor.
4. Una púa.
5. Una regla ortográfica que me explique de una vez si púa, grúa, ganzúa, llevan acentos, por el tema ese de romper el diptongo, que las vocales abiertas, las cerradas, que nunca me acuerdo.
6. Una foto tuya.
7. Un par de cordones negros.
8. Una caja de carilinas.
9. DVD de El Increíble Castillo Vagabundo.
10. Medias para jugar a la pelota.
11. Un bote inflable (acabo de ver por la ventana que toda la manzana está inundada por la lluvia, no es joda).
12. Un libro de poemas de Alejandra Pizarnik (nunca encuentro).
13. Un paraguas (sí y sólo sí se achica al tamaño de una birome, sino no eh).
14. Una remera pintada por ti.
15. Una agenda de bolsillo.
16. Un caleidoscopio.
17. Un póster de Robotech.
18. Un póster de alguna de las pelis de Indiana Jones.
19. Una tabla para picar (tengo una pero es medio chungueta).
20. Un vaso de esos que tienen un doble vidrio con una sustancia mágica en el medio que lo ponés en el freezer y se congela (bueno eso no tiene mucho de mágico) y después te servís algo y lo mantiene bien frío (lo cual tampoco suena muy mágico, pero bueno, que los treinta no le arrebaten la magia gratuita a mi vida).
21. Una lata de ananá en almibar.
22. Un poco de jamón crudo.
23. Un anotador.
24. Un pequeño anotador (como de bolsillo, si trae mini birome incorporada, mejor).
25. Un sombrero como el de Indiana Jones (creo que debo ser XL).
26. Una mochila.
27. El nro. 27 del cómic The Maxx (en formato papel, que en scan ya lo tengo. de paso, ¿pedir el dato de quién es que tiene "prestadas" - porque después de más de dos años ya no se puede considerar préstamo - todas las otras The Maxx que yo tenía, la colección completa hasta la 30, por supuesto exceptuando el número 27, sería demasiado?).
28. La edición nacional de 300, la historieta de Frank Miller.
29. Un castillo de arena.
30. Una máquina del tiempo.


Ah, como en el interín de la escritura de esta entrada paró la lluvia, salió el sol, y habiendo chequeado que la calle ya se desinundó, me tomo la libertad de cambiar el ítem 11. Bote inflable por: Un pote de bananitas dolca heladas.

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¡Ay, Q!

I.

¿Cuánto le debe
la luna a la penumbra
y cuánto al sol?


II.

Se unen y mezclan
el mar, la noche oscura
un solo abismo


III.

Por donde anduve
mis viejas huellas duermen
Viven soñándome


IV.

Señor quiosquero
¿Tiene cambio pa' dar?
Ta' jodido eh.


V.

Se comen ratas
crueles extraterrestres
¡flor de invasión!

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